¿Por qué te sientas del otro lado
si mi vereda está tan desierta?
Mira que es triste pasar las horas
solo mirando las hojas muertas.
Ven! A qué esperas, la noche apura,
ya está la muerte casi en la puerta.
Ven sin demora, ven sin arado
porque a esta altura ya no es pobreza.
Juntos iremos por mil caminos,
descubriremos mil lunas nuevas.
Y mil canciones de mariposas
que se han pegado a la piel ya vieja.
Juntos habremos de andar senderos
que no conocen las almas nuevas
y enriquecidos de compañía
daremos guerra a la muerte hartera.
Ven que la hora se vuelve aliento
si no es vacía, si no es quimera.
No te detengas, cruza la calle
ven, construyamos, la senda nueva.
Que no te frene la piel marchita
porque en el alma va la belleza
y entre los ríos ya navegados
se fue curtiendo nuestra entereza.
Si acaso el fuego de los placeres
de aquellas horas ya no regresa,
tendremos alas en las caricias
y abrazaremos por fin certezas.
No te detengas, no digas basta,
dentro del alma la vida empieza
cada mañana, cada segundo,
cada latido que el cuerpo entrega.
Ven que estás vivo, siente la aurora
no te amilanes, aún tienes fuerza
para quererme, para quererte,
aún la noche no está completa.
Y si viniera la muerte aciaga
sabremos juntos hacer su empresa
menos macabra, menos temprana,
menos vacía, menos desierta.
Ven, alumbremos los dos caminos
tú con tus soles yo con estrellas.
Tú ya curtido de tantas horas
de mil labores, de mil tareas
yo entre mis lunas de mil palabras
llenas de versos y de promesas.
Quiero cumplirme, quiero cumplirte
y aunque un instante dure esta siembra,
sembrar sonrisas antes de irnos
a disfrutar la quietud eterna.
Y en la partida, llegado el tiempo,
_si no se juntan las manos quietas_,
no habrá dolores, solo silencio
y un hasta luego con gusto a fresas.
Alba Rivero.
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